Carolina Aronzon
"Nuestro trabajo busca ser una herramienta para que las comunidades puedan entender lo que sucede"
Entrevista a la Doctora Carolina M. Aronzon. Directora del trabajo de investigación sobre el Río Areco

La problemática del Río Areco no se limita a una situación social, política o económica. La contaminación tiene distintos factores naturales y artificiales que operan sobre la calidad del agua y el suelo de la localidad. En un esfuerzo por entender la magnitud de la problemática el equipo de trabajo del laboratorio de Ecotoxicología del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la UNSAM junto con CONICET, realizaron distintas campañas para monitorear el río y evaluar las consecuencias que afectan sus afluentes.
En esta ocasión hablamos con Carolina M. Aronzon, la directora de la investigación que desde una perspectiva objetiva y científica nos comenta sobre el impacto de las actividades industriales, la problemática de los agroquímicos y los desafíos que enfrentan para financiar la continuidad de esta importante investigación.
Al comienzo de su investigación estaban buscando un "cuerpo de agua" para analizar. ¿Qué estaban buscando específicamente en ese momento? ¿Se encontraron con la contaminación del Río Areco o ya tenían una sospecha previa?
En realidad, al principio estábamos interesados en analizar los usos del suelo en la región. Nuestra idea inicial era encontrar zonas que pudieran estar afectadas por diversas actividades, y terminamos enfocándonos en el Río Areco porque ya habíamos comenzado un estudio en esa cuenca, más hacia el lado de Baradero, pasando incluso por San Antonio de Areco. Queríamos continuar investigando la cuenca en su totalidad.
Fue en ese contexto que nos contactamos con Adrián Oscar, vocero de la Asociación Civil "Nosotros y el Río" de Carmen de Areco y el Secretario civil Cristian Muzzio, quienes nos ayudaron a analizar los usos del suelo, como las zonas de feedlots, plantas de tratamiento de efluentes y basurales. Al integrar estos datos, nuestra investigación se volcó hacia estudiar cómo esas actividades impactan en la calidad del agua. Aprovechamos que el río atraviesa varias localidades y nos propusimos con el equipo a estudiar la cuenca completa.
¿Y cuál consideran que sería el peor escenario de contaminación en esa cuenca? Por ejemplo, si el matadero no detiene su actividad, ¿cómo podría afectar a otras industrias o al ecosistema?
Es difícil decirlo con exactitud porque cada actividad afecta de manera diferente. Por ejemplo, la chanchería o los feedlots generan un impacto, pero no es igual que el de los plaguicidas. Nosotros encontramos metales pesados y plaguicidas en las muestras de agua. Aunque algunos de estos plaguicidas están en concentraciones bajas, su presencia sigue siendo alarmante.
Uno de los mayores problemas que observamos es la gran cantidad de materia orgánica que ingresa al agua. Aunque la materia orgánica es algo natural en los cuerpos de agua, en exceso genera un desequilibrio que altera las condiciones fisicoquímicas del agua, disminuyendo el oxígeno y convirtiéndose en un contaminante importante. Además, los altos niveles de nutrientes contribuyen a esta problemática, lo que agrava el estado del río.
En los informes que publicaron, noté que hubo cambios en las concentraciones de metales y otros tóxicos. ¿Es eso un indicio de mejoras en la calidad del agua o solo una variación estacional?
Es una combinación de ambas cosas. Cuando hicimos el primer muestreo, estábamos en una época de sequía, por lo que las características del agua reflejaban ese contexto. Posteriormente, hicimos otros muestreos después de lluvias intensas, lo que afectó significativamente los resultados. El lavado de las tierras por la lluvia aumenta la concentración de plaguicidas y otros contaminantes.
Por eso nuestra idea es realizar al menos cuatro campañas en diferentes épocas del año, dos en verano y dos en primavera, para entender si las variaciones están más relacionadas con los ciclos estacionales o con eventos climáticos específicos.
Ahora que el frigorífico ha cambiado de dueño y están realizando obras, ¿creen que esto podría ser una solución definitiva para mejorar la calidad del agua?
Depende de cómo se gestionan esas obras. A veces, tener una planta de tratamiento de efluentes no es garantía de que funcione correctamente. Si la planta se instala y opera de manera adecuada, podría haber una mejora. Sin embargo, es crucial que se realicen controles estrictos para asegurarse de que las descargas estén dentro de los parámetros permitidos.
Los valores normativos que regulan la liberación de efluentes en cuerpos de agua no son extremadamente estrictos, por lo que habría que evaluar si esas normas son suficientes para evitar mayores daños. Además, esta situación se agravó porque, durante años, no hubo un control adecuado, y recién ahora se están tomando medidas.
¿Qué otras acciones creen que podrían tomarse para reducir la contaminación, ya sea en relación a otras empresas, los plaguicidas o mediante iniciativas comunitarias?
Creo que lo más sencillo sería fortalecer la normativa y aumentar los controles. Esto debería aplicarse no solo a los desagües de las plantas industriales, sino también a las plantas de tratamiento municipales. Si las plantas funcionan correctamente y los controles se cumplen, ya sería un avance importante.
También es necesario repensar el ordenamiento territorial y decidir qué actividades productivas son apropiadas para cada zona, considerando su impacto ambiental. Lo mismo aplica para el uso de agroquímicos: si hubiera un control más estricto sobre qué y cuánto se usa, eso también reduciría el impacto.
Finalmente, creo que debemos tener una discusión más profunda sobre el modelo productivo que queremos para la región. Estos son cambios estructurales, pero, mientras tanto, hay muchas pequeñas acciones que podemos implementar para mejorar la situación.
Entiendo que esta investigación está vinculada a una tesis doctoral. ¿Cómo ven el futuro del proyecto, considerando los desafíos presupuestarios que mencionaste?
Sí, es parte de la tesis doctoral de Agustina Martínez, a quien dirige junto con Julieta Peluso. Lamentablemente, la falta de financiamiento es un gran obstáculo. En la última campaña, gran parte de los costos salieron de mi bolsillo porque los subsidios que habíamos recibido no se han pagado por completo. Nos faltan insumos y, si llegara a romperse algún equipo importante, no tendríamos cómo reponerlo.
Aunque tenemos la voluntad de continuar, nuestros sueldos no son lo suficientemente altos para cubrir todos los gastos. La situación es complicada, pero esperamos que se resuelva pronto para poder seguir adelante con el trabajo.
En un escenario ideal, sin problemas económicos, ¿qué sería lo óptimo para evaluar los cambios después de las obras del frigorífico?
En principio, esperamos que con las cuatro campañas podamos tener una idea clara de la calidad ambiental del Río Areco. Sin embargo, el monitoreo a largo plazo debería estar a cargo de los municipios o el Comité de Cuenca del Río Areco. Nosotros estamos enfocados en responder preguntas científicas, pero esas mediciones técnicas sobre la calidad del agua deberían ser responsabilidad de las autoridades locales.
Nuestro trabajo busca ser una herramienta para que las comunidades puedan entender lo que sucede y, a partir de ahí, exigir mejores políticas públicas. La lucha por mejorar el río necesita de información, y eso es lo que estamos tratando de aportar.
